domingo, 19 de junio de 2011

No sé si es ese avión que cruza el cielo el que te lleva (si ya te fuiste hace tanto tiempo), pero para mí todos los aviones que rugen en el aire son las fieras devoradoras que te tragaron, que te encierran en su vientre sin dejarte escapar, que anuncian la distancia: yo aquí, oyendo a Satchmo cantar un blues. Vos allá, tal vez tambien, y sin quererlo ni proponértelo, oyendo un blues de Satchmo, con su ancha voz de negro melancólico.

Nunca hablamos de eso, de si Amstrong te gustaba. Entre tantas palabras de amor, tantos adioses, tantos desencuentros y tanta despedida, no tuvimos tiempo de hacer nombres, de ponerle música a lo nuestro, de leer a cuatro ojos las páginas de un libro.

Y aquí estoy yo, dejada de tu mano, con una dirección para escribirte, pero ningún indicio para imaginar tus acciones, tus pasos en cada hora del día. Tus horas de allá, aquí son diferentes porque permanecemos en distintas latitudes, y mi verano es tu invierno allá arriba, tu sobretodo gris, tu risa de muchacho, tu nostalgia, quizás también un tanto trayéndote a estas calles que nos son familiares y nos pertenecen por el solo hecho de haber caminado por ellas, de habernos salpicado con sus charcos los días de lluvia.

Otros tienen de vos lo que me falta: tu enjuto cuerpo moreno, los ademanes de tus manos nerviosas, los gestos de tu cara, la honda arruga de tu desconcierto, los dientes en primer plano de tu sonrisas.

Otros tienen de vos lo que me falta: el olor de tu aliento, las bocanadas de humo que arrojas lentamente al aire, tu palabra de voz ligeramente húmeda.

Les hablás en un idioma que conozco en forma elemental y cuyo significado más que entender, adivino, en las letras de las canciones de Satchmo, llenas de melancolía, de silencioso llanto en la noche por la que los aviones pasan llevándote, todos los aviones llevándote, siempre el mismo avión que te lleva y te lleva y te aleja hacia el norte de todas las distancias.

Quisiera poder entibiar con el calor de mis manos el hueco que dejaste, pero para ello tendría que abrirme el pecho.

Ya ves, ni siquiera puedo tocarte.

Te aparecés de pronto dentro de mí, un instante nomás, luego te escapás, huís, flotás por largos kilómetros hacia otro país y me dejás toda la soledad para mí sola.

Es demasiada soledad la que me dejás.

Demasiado silencio.

Demasiada ansiedad.

Todo te lo has llevado.

Pensabas que era mejor así: no atarte con promesas, no pronunciar palabras que te comprometieran a quererme en la distancia.

Dijiste que no querías dejarme atada, pero la verdad es que no querías quedarte atado a mí.

- Tendremos que estar mucho tiempo separados. Un año, dos... Quizás más...

- No me interesa el tiempo, yo te quiero.

- Es tonto prometernos cosas que tal vez no podamos cumplir... Prefiero despedirme como si fuera una despedida común, de cualquier día. Y reunirnos a mi regreso, como si tal cosa, si es que aún queda algo de lo nuestro en nosotros.

- Eso es cruel.

_ No, no es cruel, es generoso. Lo egoísta es dejar de vivir lo que la vida pueda acercarte, acercarme.

- Pero si yo te dejo libre..., sólo te pido que me si me querés, me quieras y me lo hagas saber.

- Ah..., qué fijas cadenas invisibles y fuertes son las que llamás libertad, qué finas cadenas, finas e irrompibles son esas con que querés asfixiarme. Dejemos todo así, que sea el tiempo el que cure, el que mate, el que mantenga encendida la llama y la vaya apagando poco a poco.

Aplastaste la colilla del cigarrillo en el cenicero, terminaste el café, dijiste chau.

Alla no decís "chau", decís "good bye".

Tal vez también decís palabras de amor en ese idioma.

Tal vez no. Tal vez las guardes para mí y las traigas de regreso el día menos pensado, a cualquier hora, llegando en un avión cuyo rugido en el aire de esta tierra me parezca distinto..., y en vez de ser el avión que te lleva constantemente, todos los días, todas las tardes, todas las noches, todas las veces que levanto mis ojos para verlo cruzar el cielo..., sea el avión que te traiga y te deje a mi lado para siempre. Y ya no temas mis invisibles cadenas, ni mi visible amor, ni mi visible emoción, ni mi visible llanto.



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