No te pasa que vez una foto y estabas horrible, y te preguntas por qué nadie me dijo que estaba horrible; y la verdad es que sí, alguien te lo dijo, pero no lo escuchaste.
Es como cuando una madre te hincha, te dice “llevate saquito” y vos no le das bola, hasta que te empezas a morir de frio.
Como esa chica, a la que las amigas le dijeron mil veces con indirectas, con directas, en varios idiomas, “tu novio te mete los cuernos”. Pero ella no lo escucha, no lo cree, no lo ve.
Te pueden decir un millón de veces que tomar sol sin protector hace mal, pero hasta que no quedes camarón no lo vas a entender.
Todos lo tenemos miedo a las pesadillas… pero hay que tenerle miedo a los sueños felices, porque es de eso, de lo que no queremos despertar.
Si sos optimista, un realista te resulta pesimista.
Vivir soñando es como tener una tarjeta platino sin límite, y que nunca te llegue el resumen.
Si alguien despierta cuando estas teniendo una pesadilla, se lo agradecés. Pero si alguien te corta un sueño feliz, lo querés matar ¿o no?
Somos cenicientas que borramos el número doce de todos los relojes, para que nunca se hagan las doce y la carroza no se nos haga zapallo.
Claramente, todos odiamos al despertador, pero qué sería de nuestra vida sin él ¿no?
¿Qué despierta un despertador cuando te despierta? Tus sentidos ¿no?. Salís del sueño y empezás a ver, a escuchar, a oler, a sentir.
Pera poder despertar primero hay que desearlo. Luego intentarlo. Y después dejar que ocurra.
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